Docurealities: la televisión en estado crudo - LA NACION

2022-08-26 18:17:22 By : Mr. Richard Ho

La realidad es lo urgente. Eso es lo que mueve a Sebastián Menéndez y a Federico Marión, cámara en mano, cuando suena la alarma en el cuartel de bomberos voluntarios de Moreno. Allá van. Corren. Entran en el destacamento, donde sólo hay tiempo para documentar la formación de los bomberos antes de subir a la autobomba. "Hay un incendio en una casa", dice, al trote, uno de ellos.

Todo es tan rápido que la cámara no logra captar el momento en el que los uniformados suben a la autobomba. El camión avanza por las calles angostas de Moreno. A medida que la autobomba acelera, las casas bajas que rodean el destacamento se van desdibujando. La sirena atormenta los tímpanos. No hay forma de acostumbrarse al sonido hiriente. Sobre todo, si se va sentado en la segunda línea de asientos del vehículo.

Marión lleva la cámara en la falda, la prende y enfoca a uno de los seis bomberos que viajan apretados en la parte de atrás. "Es pura adrenalina", explica uno de ellos la excitación que antecede al potencial peligro.

Una voz metálica se escapa de la radio del camión para advertir que no hay ningún incendio. Es una falsa alarma, una de las tantas que reciben en el cuartel. La velocidad aminora. La adrenalina baja. Y la autobomba gira en dirección al cuartel.

No hay historia. Menéndez y Marión lo saben. Esas imágenes no se verán en En llamas, el docureality que los viernes, a las 22, emite América. En esa franja horaria, el canal programó, cuatro días a la semana –salvo los miércoles–, ciclos que buscan documentar una realidad un tanto mutilada por los conceptos de lo interesante, lo dramático y lo impactante. Investigación límite, Residentes y Mundo remís son los verdaderos herederos de Policías en acción, el decano de los docurealities cuya octava temporada se puede ver en El Trece.

En el cuartel, a las 21, hay tranquilidad, humo de cigarrillos, un perro negro que mueve constantemente la cola y un mate que pasa de mano en mano. Ese es el clima de camaradería que el comandante mayor Horacio Fernández quiere que se vea en el programa. En principio, el hombre sintió cierto temor ante el hecho de que los bomberos que comanda quedaran en ridículo. Pero, al final, accedió, previa consulta con la comisión directiva de la institución. "Que se sepa lo que pasa en la familia bomberil", se convence.

Hoy será una noche como tantas marcada por un par de tragedias: una casa que se desmoronará, un microincendio y un hombre arrollado por el ferrocarril. Sí, no saldrá del promedio diario de los cuatro o cinco siniestros –3000 intervenciones anuales– en los que actúan los 168 bomberos de Moreno.

Esta noche quien está a cargo del cuartel es el oficial tercero Silvio Penice, un hombre de mil historias y, por ende, un personaje fundamental para En llamas. No sólo porque lleva 23 años como bombero, recibió una condecoración por heroísmo y una autobomba le aplastó, en un accidente, el brazo derecho, sino porque tiene un carisma que la cámara sabe captar. Quizá, casi sin quererlo, se convirtió en un hombre hecho para la televisión. Penice es una suerte de Virgilio en la historia que Menéndez, el coordinador de producción del programa, y Marión, el camarógrafo, buscan contar hoy: la incorporación de 18 nuevos bomberos en el cuartel.

Algo sucede en la oficina donde se reciben las llamadas de emergencia. Penice camina hasta allí. Y se ubica frente a un mapa de Moreno, de aproximadamente dos metros por dos, que cuelga en el lugar. "El 30 por ciento de una casa colapsó", se escucha una voz que sale de una radio. La vivienda en cuestión está en el medio del campo y otro destacamento pide refuerzos; más precisamente necesitan 3000 litros de agua para controlar el fuego. Cuando ubican el lugar del incendio, todo comienza de nuevo: la formación de los bomberos que irán a la intervención, la premura por subir a la autobomba, la velocidad, las casas que se desdibujan, la sirena que truena, la adrenalina que sube...

Dentro de la cabina del camión, Menéndez detecta la historia: dos de los egresados debutarán en el arte de extinguir el fuego. Ambos dicen que están confiados. Y ahí van.

Deben de haber pasado 15 minutos desde que el camión abandonó el destacamento. El paisaje es otro: un camino de tierra con pozos, que hacen tambalear la autobomba, y que, en la cabina, se sienten como si se estuviera arriba de un samba en un parque de diversiones. La oscuridad del camino deglute a la autobomba. "Esto es la boca del lobo", dice alguien en este cuarto negro en el que se convierte la cabina. "Ahí es", divisa un bombero. Dos autobombas de otro destacamento ya están en el lugar. Sólo hay un pequeño foco de incendio en el techo de la casa, que rápidamente es apagado.

Menéndez y Marión están caminando sobre los escombros de la casa, que debajo del calzado se perciben aún calientes. Seguramente aquí hubo una habitación. Ahora sólo hay un pila de ladrillos que ya no tienen forma. La cámara sigue registrando todo. Sin demasiada acción en la intervención, la historia no convence a Menéndez. Y la descarta.

En la cabina de la autobomba se siente un profundo olor a humo y a grasa como la que se usa en los talleres mecánicos. Por suerte, afuera no hay más de 25 grados y el aire que entra por la ventanilla limpia. A los 15 minutos de la salida del lugar del incendio, suena la radio. Una voz anuncia que hay fuego en un baldío que está ubicado a un costado de la avenida por la que, justo, circula la autobomba.

El incendio es pequeño, así que en minutos lo extinguen. Menéndez y Marión van hacia donde hay una historia. Y la encuentran. Felisa, una mujer de unos cincuenta años, pala y balde en mano, acaba de ser nombrada la heroína del barrio al haber ayudado a controlar el fuego. Ella vive en el asentamiento que está frente al baldío; ahí donde el Estado parece no llegar. Uno de los bomberos se acerca a este cronista y al oído susurra: "Apúrense. Acá no es nada seguro". Menéndez y Marión no lo escuchan y siguen hablando con Felisa. "Si tuviéramos más tiempo, seguro nos metemos en la casa de la gente", cuenta Menéndez, cuando termina la nota.

Ahora, el foco de lo que quiere contar está puesto en uno de los bomberos debutantes, que lejos de actuar en el incendio, está a un costado de la avenida para detener el tránsito. "Me gustaría estar apagando el incendio, pero esto también es necesario", le dice a la cámara un tanto resignado.

Pasada la medianoche, el camión ingresa en el cuartel. A esta hora, sólo hay seis bomberos que harán, como todas las noches, la guardia. Y aún está dando vueltas el oficial Penice.

Menéndez tiene una idea. Quiere documentar el "bautismo" de los novatos –una ceremonia que consiste en hacerles bromas pesadas a los ingresantes–. Y arregla con Penice que lo grabarán la semana que viene.

La alarma suena en el cuartel. Lo urgente se hace carne otra vez: un tren acaba de arrollar a un hombre. Las sirenas truenan, la autobomba acelera, la adrenalina sube... Y cuando todo esto pasa, las cámaras de En llamas se prenden.

INVESTIGACIÓN LÍMITE
Lunes, a las 22 (América) El hombre mira fijo. Está sentado, frente a las vías. Acaba de morir su mujer, arrollada por el tren. Corte. Tres personas intentan convocar a un espíritu en una casa maldita. La cámara documenta el proceso: un par de luces en un aparatito marca que algo ¿del más allá? hay en la vivienda. Esas son las historias que se ven en Investigación límite, un programa que se define periodístico, pero que utiliza las potencialidades que brinda el docureality.

"El formato muestra a la gente común en situaciones que les puede pasar a cualquiera, pero que son impactantes. Esto genera un contenido hipnótico para el espectador", explica Damián Bacman, el productor de Toma Serena, la compañía que desarrolla el ciclo.

RESIDENTES
Martes, a las 22 (América) La segunda temporada de este ciclo que sigue el proceso de los residentes de medicina muestra un mundo de hospitales públicos, y de salas de guardias, generalmente, del conurbano, atravesados por una fatídica problemática social. Así, se pudo ver a un joven que fue atacado por una patota, una mujer con la cabeza sangrando porque su marido la golpeó con una botella y un herido de bala, entre otros casos. Sin embargo, también hay momentos para la emoción como la historia de Isabel, de 66 años. Ella, desde hace 40, no logra ver bien, por eso espera un trasplante de córnea. Tras la operación, que se ve hasta el menor de los detalles, la mujer dice que por primera vez logra ver con nitidez a sus nietos.

POLICÍAS EN ACCIÓN
Miércoles, a las 22.30 (El Trece) Es el comodín de El Trece: en el horario o día que lo programen, siempre funciona. Tiene una fórmula propia en la que se mezcla la acción, la violencia extrema y el humor.

"Se ve la vida real, el conflicto de la gente y la noche. El programa no sólo transcurre en los patrulleros, sino que te permite ver lo que no podés ver usualmente", revela Martín Kweller, el titular de Endemol Argentina, la productora detrás de Policías..., Residentes y en En llamas.

"Gracias al docureality, la gente se mete más en la TV", dice sobre el ciclo que ya se vendió a países como Colombia, España y Portugal.

Muchas veces, el programa retrata las consecuencias de una profunda problemática social en el conurbano, como en Residentes.

MUNDO REMÍS
Jueves, a las 22 (América) Dos periodistas guían las historias de varias remiserías de la Capital y el Gran Buenos Aires. El ciclo recupera a personajes como "Chapita", un chofer de Wilde que tiene una historia de amor truncada, que no escatima en contar: descubrió la infidelidad de su pareja y la escena terminó a los golpes. En un momento del ciclo, la periodista lo convence para que llame a su ex esposa. Pero todo queda en la nada porque la mujer no quiere tener ningún tipo de contacto con él.

En Mundo remís, además, de la historia de "Chapita", se puede conocer la de los pasajeros, como la de una vecina de un asentamiento que relata lo peligroso que es vivir en el lugar: el paco, la violencia, "los-chicos- de-la-esquina-que-se-drogan", fluyen en su historia.

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